Morderse las uñas

Hace un par de años dejé de morderme las uñas, el último vestigio infantil que conservaba. Lo conseguí en verano. Me las pinté de rojo para evitar la tentación; rojo putón, para ser más exactos, o eso decía para escandalizar a alguien, y no escandalicé ni a mi abuela. Pero la tontería cumplió su cometido. Se lo había visto hacer a mi amigo Álvaro el verano anterior –él se las pintó de azul eléctrico– y yo me había burlado bastante de él, con su mascarilla y su Estrella en el Náutico de San Vicente y esas manos que firmaría Patty Diphusa, y como todo de lo que me rio pues acabé haciéndolo yo peor y al año siguiente. Tengo unas fotos muy graciosas tocando en la plaza de toros de Alicante y sintiéndome La Veneno con semejante display de feminidad.

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Lo que no me quité fue la fijación por las manos de los demás. Como todo defecto propio, odioso, su repetición me resultaba intolerable en los otros. Me costaría horrores estar con una chica que se mordiese las uñas. Lo detectaría al segundo. Podría pasarme meses quedando con ella y no percatarme de que tiene un tic extraño en un ojo, o que dobla las eses al hablar, pero esto no. Lo que más me disgusta de mí es lo que jamás perdonaría en los demás.  

¿Sabíais que Cristiano Ronaldo se muerde muchísimo las uñas? Yo sí, desde hace tiempo. Explica muchísimo de su carácter. Todas estos resquicios del niño interior tienen el carácter impulsivo y obsesivo de la infancia, casi animal, que en teoría se va matizando con los años, como los modales al comer. Porque ser niño no es solo un lugar romántico y feliz, también es un lugar de instinto. ¿Y cómo es posible que alguien tan ególatra como Cristiano se muerda las uñas, con lo objetivamente feo que es a nivel estético? Pues porque Cristiano era como un niño, jugaba como un niño, un niño obseso, con pataletas cuando no le pasaban el balón y brevísimas ráfagas de felicidad, los cuatro o cinco segundos después de meter un gol, el cielo del niño futbolista. Por eso era tan bueno.

Con los vicios uno nunca pierde el arraigo, así que siempre se es ex, ex algo. Los alcohólicos siempre son ex alcohólicos, y el fantasma de la bebida les ronda cada día, como una lucha que no acaba. Lo mío es una parida, pero ese fantasma vivirá, si no en mí, en las manos de los demás. Hasta el día en que me muera.


FLECHITA PARA ARRIBA

¡No os lo perdáis!

El viernes 19 de mayo tocan mis antiguos compañeros de Chelsea Boots en el Café Berlín de Madrid presentando sus nuevos temas. Os animo a ir a este templo de la música a disfrutar del show.

La mejor.

Ayer mi queridísima María Bolín recibió su merecido reconocimiento como podcastista en Forbes y no puedo estar más orgulloso, porque soy genuinamente fan de Delirios Corrientes y porque gracias a su invitación ahora somos como un chicle y un zapato. Inseparables.

FLECHITA PARA ABAJO

Reconozco que esta conversación me habría interesado.

Soy fan del tenis y fan de Madrid, pero la verdad es que se nota que el Mutua Madrid Open no tiene tradición alguna. Famosos puestos en escaparates a pie de pista y de fondo una peña muy atlética pegando raquetazos. El Conde Godó, sin ir más lejos, mantiene intacto el sabor de un deporte tan bonito.

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