Idolo fallido

La semana pasada se estrenó el primer capítulo de The Idol, la nueva serie de HBO con The Weeknd y Lily-Rose Depp a la cabeza. Las críticas habían sido terribles, casi tanto como la producción: retrasos de meses, despidos a punto de concluir rodaje y un reshooting de la serie entera. Reconozco que la vi como el que reduce la velocidad cuando se encuentra un accidente en carretera, deseando de manera más o menos consciente cruzarse un cadáver o al menos un poquito de sangre.

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¿Una historia sobre los excesos de la industria musical ideada por uno de los cantantes más famosos del mundo? Mmm… Siento que The Weeknd cae en el problema de autoindulgencia que tenemos los artistas, yo el primero: la realidad es que es mucho más interesante la música que los músicos, y los entresijos de la vida de estos solo nos interesan en la medida en la que sirvan de materia prima para su arte. Nuestros deseos y pecados son muy similares: el poder, el placer, la vanidad, la ambición. Tenemos esquemas narrativos repetidos, uno detrás de otro.

Pero se supone que The Idol venía a darle una vuelta de tuerca a todo esto. A experimentar a través de Jocelyn, el personaje de Lily-Rose Depp, lo que se siente al ser un juguete roto, una muñeca zarandeada de un lado a otro según los intereses de siempre. Es refrescante cuestionar la frivolidad con la que se esgrimen ciertas consignas del progreso en la industria del entretenimiento, pero es una decepción que la consecuencia sea simplemente dar un paso atrás: Jocelyn se parece más a un objeto sexual en manos ajenas que a una mujer que está descubriendo su sexualidad.

Dicho esto, la actuación de Lily-Rose Depp es de lo poco que se salva. En la primera escena estamos con ella, con su punto de vista. Un fotógrafo le pide que realice todo tipo de poses, de sexy a maniaca, y ella obedece con absoluto autocontrol. Nos entra la duda de si esa lágrima cuando le piden “triste” resulta real o fingida. Pero es un espejismo. A partir de ahí su visión desaparece y Jocelyn se convierte en el arquetipo de fantasía masculina: una mujer siempre de fiesta, siempre cachonda, siempre callada y siempre dispuesta a follar contigo. El exceso sin la resaca, la sexualidad sin la persona.

El mito de Lolita existe. Recuerdo un concierto que dimos con 18 años, recién llegados a Madrid. Tras acabar el show yo hablaba muy gallo con un grupo de chicas que habían venido a vernos. Por el rabillo del ojo cacé a un músico al que habíamos invitado a tocar con nosotros comiéndose con la mirada a una de esas niñas. Él nos sacaba muchos años. Muchos.

–Tío –le dije–. Que estas chicas tienen dieciocho.

–Santi, con dieciocho te gustan las de dieciocho. El problema es que vas cumpliendo más y te siguen gustando las de dieciocho.

A mí me pareció un comentario de viejo verde, pero la realidad es que, a mis veintiocho, estoy empezando a sufrir el síndrome DiCaprio: llevo un año que solo me gustan más jóvenes que yo, así que mejor me callo por lo que pueda pasar en el futuro. El tema es que mi historia es la de cualquier tío en cualquier siglo. Mucho más interesante sería contar la de cualquier Jocelyn del mundo, que es la que apenas conocemos. La historia de la mujer deseada. Pero eso no pasa en The Idol

Al arte le pedimos que nos muestre lo oculto: la trascendencia en lo superficial, la belleza en el horror, el dolor en el placer, la verdad en la mentira. Desgraciadamente, The Idol se muestra tal y como lo que pretende señalar: una sátira sobre la frivolidad construida de la manera más frívola posible.


FLECHITA PARA ARRIBA

Working class hero.

Al incombustible, genial y sentido Andrés Calamaro, que ayer ofreció otro recital de himnos en las Noches del Botánico de Madrid.

FLECHITA PARA ABAJO

Carlitos siendo atendido por el fisio, cuando ya todo estaba perdido.

Penita pena lo de la lesión de Alcaraz. Yo estaba vibrando como en los mejores momentos de Nadal. Es un jugador único.

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