Sueño de una noche de verano

0 de junio de 2023. Concierto de Andrés Calamaro en el Botánico. Se nos olvida a los músicos que la música no sucede en los estudios de grabación, ni en las compañías discográficas, ni en Internet. No. La música es lenguaje popular, acervo de masas, el maestro que se brinda al público y el público que generoso le responde con sus propios estribillos. Durante dos horas nos amaremos y nos agarraremos como hermanos, felices por compartir unas melodías y una historia.

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Llegamos apurados a la pista. A nuestra espalda, la grada en forma de anfiteatro, los miles de árboles y la última traza del día en el cielo, apenas un tono de azul más claro que la noche. En el Botánico no estás en Madrid, estás en un bosque. Con la de cosas que pasan en los bosques. Comienza el concierto.

Sale Andrés. Calamaro es un hombre libre, y eso es lo que más admiro de él. Para serlo ha pagado un precio, igual que su entorno. Los tradicionalistas que lo celebran ahora por taurino e iconoclasta olvidan que en los 90 se hubieran cambiado de acera de cruzarse en su camino. Por yonqui, por sucio. Y porque no pertenece a nadie. Es el salmón, siempre nadando a contracorriente.

A la tercera canción ya estoy afónico de cantar, con los ojos llorosos. Y con un bombo a negras en el pecho. Es el beat de la libertad, esa libertad inapelable que sentimos en las noches de verano, las noches de concierto, la promesa bronceada de la amistad, el alcohol y el amor. Me haré viejo el día que no la sienta.

Uno se encuentra a sí mismo profundamente individualista, singular, pero diluido en una masa humana con la que se tiene algo en común descubre que ser una partícula de un universo más grande es su verdadero destino.

Acabamos el show y nos vamos a donde pincha un tal DJ Juan, que es peor que el Holocausto. Circulan los besos y algún porrillo, así que no duele. Yo ando pletórico. Este junio tormentoso está siendo de todo menos tormentoso para mí, al revés, viene cargado de ilusión, de placer, de alegría…

Y de repente me da por mirar el móvil. Apenas lo he tocado en toda la noche. Es lo que tiene pasarlo verdaderamente bien. En la pantalla, la confirmación de que puedo estar viviendo un sueño, de que toda esa alegoría se ha hecho carne en un momento. Me paro a saborearlo. El contenido del mensaje… Eso me lo guardo para mí.


FLECHITA PARAR ARRIBA

Bonezzi y Alaska haciendo el tonto en 1978.

Alberto García-Alix publica estos días Archivo Nómada, con más de 2.000 fotografías inéditas del periodo de la Transición (1975-1981). Es divertido, fresco y peligroso.

Guitarra (The Album And Mixes)Raul OrellanaAlbum

Los sueños de una noche de verano suenan a este álbum de Raúl Orellana. Atardece en una playa de Ibiza y tienes un pie en el flamenco y otro en el house. Es 1989. La gente todavía se mira a la cara en el metro y besa a desconocidos.

FLECHITA PARA ABAJO

Jesé y Aurah, siempre referentes.

En este mes de junio se produce uno de mis vicios más inconfesables. El espionaje TOTAL de las vacaciones de los futbolistas.

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