El Sonajero

Salgo del Bernabéu tras el partido. Todo está en su sitio: el Madrid ha ganado y las mocitas madrileñas van alegres y risueñas. Tiene el estadio el sabor popular de todos los estadios, pero en este caso muy matizado por la idiosincrasia del Real. El Bernabéu es un estadio pijo, de un pijo tradicional, padre-hijo, castellano, con pantalón de pana. Huele a Barbour. Ya hemos bajado entera la calle Orense pero en mi cabeza resuena todavía el metal vibrante de los goles y la representación tan precisa que ofrecen de la condición humana. Joder, me encanta el fútbol.

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Esa noche acabo en una fiesta de techno queer un poco satánica. Pincha la amiga de la novia del amigo de mi amigo. Hay barbudos extraordinariamente maquillados, tetas, rejillas y pirulas, muchísimas pirulas. Una gente majísima nos hace hueco para ver el espectáculo: un tipo travestido de Belcebú pinta círculos en el suelo y acuchilla a un gusano de peluche gigantesco, revolcándose en sus tripas de gomaespuma. Joder, me encanta este mundo. Quiero un crop top.

Estos extremos conviven en mí de manera muy natural. Soy lógico en mi manera de actuar pero completamente incoherente en cuanto a mis impulsos y naturaleza, que dejo flotar libremente, sin juzgarla, guiada solo por la curiosidad. Me gusta el fútbol y las drag queens, las iglesias y los after hours, el mármol y el hormigón, la tradición y la vanguardia. Soy una cosa y la contraria.

Intento no actuar en virtud de lo que se espera de mí –¿quién espera qué de mí?– sino de acuerdo a lo que mi curiosidad persigue. La coherencia es inhumana. No hay nada más coherente –ni más aburrido– que un radical. Es el monstruo de la razón. Los totalitarismos son coherentes porque todo es blanco o negro, conmigo o contra mí. Yo llevo la contradicción con orgullo como parte intrínseca de la condición humana: en mi desvío está mi independencia. Y cambiaré de opinión mil veces y tan ancho. La gente que siempre ha pensado igual pasa por la vida sin que la vida pase por ellos.

Perderse el fútbol porque es de fachas y la noche queer porque es de maricones –aunque en ambos casos, jeje, pueda ser cierto– sería perderse una gran parte del mundo, simplemente porque no se ajustase a mi teórica visión de él. Una vez más, nada de lo humano me es ajeno.

Este placer en la búsqueda de lo contrario es una actitud. Un último ejemplo. Siempre me nace de manera espontánea el posicionarme en el lado opuesto al del ambiente en el que esté. Soy, alternativamente, paladín del capitalismo entre el rojerío y predicador del estado del bienestar entre las huestes de las Cuatro Torres; pitiminí entre los heteros y jefe de obra en Chueca; discreto entre los extravagantes y extravagante entre los discretos. Una cosa y la contraria. No lo hago para sentirme más listo ni molestar; a mi interlocutor no busco llenarlo de certezas, sino sembrarlo como yo con la fértil semilla de la duda.


FLECHITA PARA ARRIBA

Eterno referente e hija adoptiva de Talavera de la Reina.

El nuevo episodio de Call Her Daddy con Gwyneth Paltrow es todo lo que los podcasts aspiran a ser y no consiguen: chismorreo del más altísimo nivel.

Gwyneth Paltrow: The Ultimate Dating Roster [VIDEO]Alex CooperEpisode

FLECHITA PARA ABAJO

La cirugía estética sin control acabará por dejarnos a todos con la misma cara, un canon de belleza homogéneo y patológico.

Hace unos cuantos sonajeros señalé la horrible tendencia del blanqueado nuclear de dentadura, pecado natural del futbolista y el reggaetonero. Hoy vengo con otra plaga: los morros de pato. ¡Por favor, cuidado con los pinchazos!

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